La escuela del Yoga Budista o Yogachara (Yogacara)

El Budismo Yogacharino. "Yogayana"

Hemos visto ya como el Mahayana, a través de sus distintas escuelas, fue poniendo el acento sobre aspectos un poco olvidados de las primeras enseñanzas budistas; cada uno de estos acentos, la compasión o la fe del Bhaktiyana por ejemplo, eran el fundamento y la identidad de las nuevas escuelas. Entre el Teheravada y el Mahayana, existio y aun existe el "Yogayana" conocido como Vijanavada, Yogacharas o simplemente la Escuela del Yoga Budista. Precisamente con esta escuela de los Yogacharinos, ocurrió lo mismo que con el Mhayana, ellos quisieron profundizar en el yoga y en especial en el samadhi, la meditación y el tema del samadhi como medio al Bodhi, que había sido relegado a segundo plano por las sucesivas escuelas. Pero a su vez la escuela Yogacharina (Ecuela del Yoga Budista) resultaba bastante más elitista que las escuelas que fomentaban la compasión, el vacío o la fe: presuponían cierta familiaridad con el trance (samadhi) último peldaño y meta de todos los yoga budista, hinduista y jainistas. Para poder entenderla. Centraron su atención en la visión del mundo “que se revela al retirarse” con el samadhi. Los primeros indicios de lo que sería la escuela Yogachara nacen en los primeros siglos postcristianos, con un rasgo distintivo: se critica a aquellos que por perseguir la sabiduría han dejado de lado el cultivo del samadhi y meditación, cuando en realidad (según los ortodoxos sobretodo) no se puede obtener la iluminación sin esas “dos alas”: la sabiduría de los Dharmas y la sabiduría del samadhi (con practica de Meditacion) ; y su crítica apuntaba sobretodo a los Sarasvativadinos y Madhyamikas de Nagarjuna, demasiado enfocados en los Dharmas y muy poco en las prácticas para alcanzar el samadhi; según los Yogacharinos, los Dharmas conducen a la introspección (pratyahara), mientras que el samadhi conduce a la plenitud. Contrariamente a algunos de sus colegas, que profesaban que el Absoluto era vacío, los Yogacharinos enseñaban que el Absoluto era Mente, asunto que ya había sido mencionado en las primeras escrituras pero que fue reoxigenado por los yoguis. Mientras que el Abhidarma insistía en que la realidad estaba compuesta por fracciones llamadas Dharmas, los yoguis ofrecían su fórmula: la realidad está compuesta solo de pensamientos (citta-matra); pero esta parte fundamental de su doctrina se enfrentaba en su época a numerosas escuelas que despreciaban el pensamiento o que al menos le daban muy poca importancia: los budistas chinos por ejemplo, cuya meta era precisamente el “no pensamiento”. El Absoluto es pensamiento, según la escuela Yogacara, en el sentido de que no se halla en ningún objeto sino tan solo en los seres puros e incondicionados, que no dependen de ningún objeto.

La escuela Yogachara la fundan dos hermanos en el 400 d.C., Asanga (discipulo de Maitrey) y Vasubandhu, en el noroeste de la India, quienes postulan la doctrina agrupándola en cuatro centros: el “absoluto es mente”, la “sbuconciencia de almacenamiento”, las tres clases de ser y los tres cuerpos de Buda. En esta escuela nació también una nueva versión de la lógica budista, fundada por Dignaga, muy útil durante la edad Media India pues se organizaban torneos donde ascetas y maestros en debate se ganaban patrocinios reales a través de su habilidad en los debates y sus elaboraciones lógicas.

Esto eran verdaderos campeonatos de sabiduria yoguica y budista. Incluyendo prácticas yoguicas en las competencias.

La escuela Yogacharina estuvo también opuesta al Abhidarma puesto que proponía nuevos modelos de pensamiento, pero al igual que el Hinayana y todo el Budismo, desapareció de la India (por el año 1100), aunque logró establecerse en China y Japón; en China fue introducida por dos grandes maestros: Paramartha (500-569) y Hiuentsiang (650), y en Japón por la secta Hesso (653). Uno de los nuevos modelos de pensamiento era el tratamiento mismo que se le daba a algunos conceptos antiguos; la tradición prefería usar términos negativos para referirse a los conceptos: no decían vida eterna sino no morir, por ejemplo, lo mismo el Nirvana, que significaba “estar inflado”. Los Yogacharinos se “desvían” de la tradición y llaman al Absoluto del Nirvana por una de tres palabras que en la filosofía Budista parecen ser “intercambiables”: el Absoluto es solo mente, solo pensamiento, solo conciencia. Querían con esto, por sobretodo, identificar al sujeto con el objeto: si todo es pensamiento no hay ya diferencia entre objeto y sujeto. Pero este “imposible” solo lo podían lograr por medio del trance, por la enseñanza que el trance mismo ofrece, y tras haberse apartado drásticamente de todos los objetos y los pensamientos de los objetos hasta obtener la pureza imprescindible. Esto estaba sistematizado por los Dhyanas, que al fijar su atención en un solo objeto eliminaban al mismo tiempo la atención hacia la multitud de objetos que generalmente rodea a los hombres. También se inventarían nuevos métodos de concentración para lograr la calma, agrupados bajo el método Yoga. “El mundo externo es en realidad la mente misma”, no es la proyección de la mente, sino la mente misma; ayudaba a esta concepción las particulares alucinaciones de quienes alcanzaban el trance, alucinaciones que según los sabios eran meros “pensamientos”, y que ciertamente, si no ampliaban la concepción del mundo en el individuo, al menos hacían dudar sobre la exclusiva objetividad de aquel.

También hubo otros conceptos introducidos por el Yogachara; uno de ellos fue el de la “mente de almacenamiento”, entendido como el ser supraconsciente que habita junto a nosotros o que nosotros mismos somos: este era un punto delicado que causó mucha polémica desde los inicios del Budismo; la antigua Escuela negaba la personalidad, y negaba también la existencia del ser negándola como una simple invención para tratar de identificar con un nombre a los Skandhas; para el Hinayana no había ser sino simplemente un conjunto de Dharmas momentáneos, muchas veces inconexos, que no podían ser considerados como un ente continuo; pero dadas las presiones y quizás debido a la evidencia misma del ser (¿si defendían la reencarnación como no habrían de aceptar la existencia de un ser?) las diferentes escuelas optaron por darles nombres particulares: Continuum de vida subconsciente (bhavanga) de los Theravadinos, o “existencia continuada de una mente muy sutil” para los Sautrantikas, “Mente de raíz” para los Mahasanghikas”; y para los Yogacharinos, la Mente de almacenamiento, donde todos los hechos y experiencia pasados quedaban almacenados. También sistematizaron y dividieron en clases a lo existente, o más bien, consideraron tres perspectivas para delimitar lo existente: la apariencia, tal y como lo percibe el sentido común, donde cada existente es diferente de otros; la dependencia, o la relación de cada “ser”, objeto o existencia con otros existentes, su condicionamiento; y finalmente, su “Talidad”, su “trascendencia e inmanencia”, percibida por la intuición del yogui. Para terminar hay que mencionar su interés por los tres cuerpos de Buda: el cuerpo de Dharma, sin el cual los otros dos no podrían existir, el cuerpo de goce y el cuerpo de aparición; solo diremos que la noción de cuerpo de aparición existía ya en la religión hindú, y que el budismo original llamado Theravadayana o Theravada contaba de Buda que mientras él pedía limosna, su cuerpo de aparición, el nimitta-Buda, predicaba en otra parte. Esto está muy relacionado con las prácticas mágicas y con el trance, pues el mismo Buda decía que todo era un espectáculo ilusorio casi mágico, Maya en sánscrito, y que cada cual vivía en su Maya. El énfasis en la ilusión por parte del budismo, que hacía aparición tardíamente, ocasionaría gran influencia en la posteridad, ayudado por el muy antiguo concepto, prebúdico, de que la realidad está encantada: se formaría entonces una nueva escuela, que basaría su doctrina en los poderes ilusorios o mágicos: el Tantrayana o Tantra Budista, o budismo mágico que en el Tíbet fue en realidad un sincretismo de las enseñanzas Budistas, Shivaitas (hinduismo) y de la religión Bonpo. La Influencia de los ishwaras o deidades Saivas o Shivaitas en el Budismo Tibetano dotara al Tantrayana de una variante autoctona llamada Vajrayana que contrasta con el Tantrayana de Jaón de la Escuela Shingón o el Tantrayana Chino de la Escuela de palabra verdadera.